El reloj marcaba las seis en punto. Sentía un malestar, de
ese tipo de pesares que sólo siente una chica solitaria a las seis en punto.
Quizá podría buscar una alternativa que definiera mejor mis sentimientos, pero
eso nunca era una tarea fácil. De todas formas, no tenía escapatoria. La vida
humana se trataba de eso, al parecer. Un torbellino lleno de sentimientos que
no sabemos cómo manejar y que ningún otro nos había enseñado a cómo hacerlo.
Sorpresas, experiencias, amor. Amor, sí. ¿Cómo diablos uno manejaba algo tan
potente como el amor? Hasta la palabra daba un poco de miedo. Todos podíamos
tener diferentes percepciones del amor según nuestras experiencias, pero en
algo todos podíamos estar de acuerdo: se trataba de algo letal y maquiavélico.
Un corazón roto puede doler hasta seis veces más que una fractura de hueso,
pero, ¿y eso por qué? El amor puede elevarnos hasta alturas jamás concebidas
por la ciencia, o puede hundirnos en una depresión desconcertante. Pero uno
decide cómo manejar todo aquello, afrontarlo u ocultarlo.
Errores acertados
domingo, 17 de julio de 2016
domingo, 29 de noviembre de 2015
Encuentro.
Taciturno,
somnoliento.
Era un encuentro casual entre dos personas que no tenían mucho que decir, pero que sus mentes decían a gritos todo lo que sus bocas callaban.
Ella cerró los ojos, en muestra de sus apáticos sentimientos.
Él la observaba, creyendo que nada y todo había cambiado, y que esto no era más sino un espejismo vivo de una realidad contigua a otro sueño de aquellas noches solitarias experimentadas en el último tiempo.
Suspiró. Para ser francos, no sabía con exactitud qué estaba haciendo en ese lugar, junto a la respiración de la chica que más había querido en esta vida y junto a un millar de recuerdos que no se iban ni de por casualidad.
Volvió a abrir los ojos y lo observó, callada, sin expresión alguna.
Su garganta se volvió en un nudo incomprensible que le dificultaba hablar.
- Ya no eres la chica de quien me enamoré.- atinó a decirle.
Vio en ella una mirada de comprensión, mezclada con un sentimiento ambiguo.
- Tú nunca fuiste el chico del cual creía estar enamorada.
Y aquello fue lo último. Se levantó, se largó y lo dejó, ahí sentado, con muchas preguntas sueltas y un corazón que se rompía cada vez con más intensidad. No había otra oportunidad, nunca la habría.
Era un encuentro casual entre dos personas que no tenían mucho que decir, pero que sus mentes decían a gritos todo lo que sus bocas callaban.
Ella cerró los ojos, en muestra de sus apáticos sentimientos.
Él la observaba, creyendo que nada y todo había cambiado, y que esto no era más sino un espejismo vivo de una realidad contigua a otro sueño de aquellas noches solitarias experimentadas en el último tiempo.
Suspiró. Para ser francos, no sabía con exactitud qué estaba haciendo en ese lugar, junto a la respiración de la chica que más había querido en esta vida y junto a un millar de recuerdos que no se iban ni de por casualidad.
Volvió a abrir los ojos y lo observó, callada, sin expresión alguna.
Su garganta se volvió en un nudo incomprensible que le dificultaba hablar.
- Ya no eres la chica de quien me enamoré.- atinó a decirle.
Vio en ella una mirada de comprensión, mezclada con un sentimiento ambiguo.
- Tú nunca fuiste el chico del cual creía estar enamorada.
Y aquello fue lo último. Se levantó, se largó y lo dejó, ahí sentado, con muchas preguntas sueltas y un corazón que se rompía cada vez con más intensidad. No había otra oportunidad, nunca la habría.
sábado, 7 de noviembre de 2015
Día nublado
Era un día nublado, de esos nublados que sé que te encantan.
Retomé aquel camino que solíamos transitar con inocencia y elegancia, y pensé
en todo aquello que prometimos y jamás llevamos a cabo. Recordé con cautela
esas manos frías que solían envolverme con tanto calor y ternura. Y cómo
olvidar esas risas, esas risas que compartíamos sin compromiso alguno, ese aire
de serenidad y calma. Muy en el fondo sabía, que no era más que un recuerdo
vago, de algo que jamás debió haber existido, de algo fugaz e incierto. La
realidad te somete, te obliga a abrir los ojos, te hace darte cuenta que la
felicidad es momentánea, y de un momento a otro… se puede esfumar.
domingo, 11 de octubre de 2015
Aquel gran motivo.
Ruido,
una mezcla de voces ruidosas y tormentosas que desenfrenan mi ritmo cardíaco.
Todo me parecía ruido, incoherencias con una profundidad exorbitante que golpeaban mi cabeza con un vaivén de ideas absurdas.
Cerrar los ojos, comprender. Quizá eran pensamientos absurdos de una existencia poco común, quizá era solo un presentimiento, quizá no todo era tan malo.
No todo estaba perdido…
Lo único que me hacía falta era encontrar aquel motivo, aquel gran motivo para continuar.
Continuar… así como los años corren, así como las horas pasan, así como los minutos te avisan con ímpetu que es momento de continuar.
Todo me parecía ruido, incoherencias con una profundidad exorbitante que golpeaban mi cabeza con un vaivén de ideas absurdas.
Cerrar los ojos, comprender. Quizá eran pensamientos absurdos de una existencia poco común, quizá era solo un presentimiento, quizá no todo era tan malo.
No todo estaba perdido…
Lo único que me hacía falta era encontrar aquel motivo, aquel gran motivo para continuar.
Continuar… así como los años corren, así como las horas pasan, así como los minutos te avisan con ímpetu que es momento de continuar.
domingo, 30 de agosto de 2015
Espejismo
Terrible, seductora e ingenua, características de una dama
caprichosa.
¿Quiénes han de fijar sus ojos en ella? Aquellos ingenuos que se dejan llevar por la mirada, que engañan a sus corazones con tal de ver un rostro bonito y unas pestañas largas moviéndose al compás de un disco trillado de los sesenta.
Pierden, pues, aquellas que no saben el arte del coqueteo. Que no saben seducir con la mirada, que no saben sonreír como lo hacía la divina Marilyn Monroe.
¿A quién engañamos, entonces? Queridos amigos, los ojos nos enredan, no nos permiten ver que hay detrás de aquella sonrisa de revista, manos bien cuidadas y vestidos de alta costura.
¿Quiénes han de fijar sus ojos en ella? Aquellos ingenuos que se dejan llevar por la mirada, que engañan a sus corazones con tal de ver un rostro bonito y unas pestañas largas moviéndose al compás de un disco trillado de los sesenta.
Pierden, pues, aquellas que no saben el arte del coqueteo. Que no saben seducir con la mirada, que no saben sonreír como lo hacía la divina Marilyn Monroe.
¿A quién engañamos, entonces? Queridos amigos, los ojos nos enredan, no nos permiten ver que hay detrás de aquella sonrisa de revista, manos bien cuidadas y vestidos de alta costura.
sábado, 8 de agosto de 2015
Esa noche
Debió ser esa noche, claramente.
Aquella noche lánguida en la que tus ojos me sonreían con tristeza.
No tuve duda alguna de que estaba fabricado para mí.
Para todas mis rarezas e inseguridades.
Claro, ¿Cómo no pude darme cuenta antes?
Pero era una ilusión.
No podía ser, y obvio que lo sabía.
Era complicado, jodidamente complicado.
Anhelamos lo imposible y alejamos lo sencillo, como buenos humanos.
Sus ojos hablaban por él, y seguramente los míos repetían su acto.
¿Cuándo logras saber con certeza de que quieres a alguien?
¿Por los latidos de tu corazón cada vez más erráticos? ¿O por el sentimiento de necesidad de una persona?
Era obsesiva, y quizá una total demente.
Pero lo quería, lo quería como una demente suele querer a las personas.
Con pasión, audacia y locura.
Al mirarlo, tan solo con mirarlo, sabía que no todo estaba perdido.
Aquella noche lánguida en la que tus ojos me sonreían con tristeza.
No tuve duda alguna de que estaba fabricado para mí.
Para todas mis rarezas e inseguridades.
Claro, ¿Cómo no pude darme cuenta antes?
Pero era una ilusión.
No podía ser, y obvio que lo sabía.
Era complicado, jodidamente complicado.
Anhelamos lo imposible y alejamos lo sencillo, como buenos humanos.
Sus ojos hablaban por él, y seguramente los míos repetían su acto.
¿Cuándo logras saber con certeza de que quieres a alguien?
¿Por los latidos de tu corazón cada vez más erráticos? ¿O por el sentimiento de necesidad de una persona?
Era obsesiva, y quizá una total demente.
Pero lo quería, lo quería como una demente suele querer a las personas.
Con pasión, audacia y locura.
Al mirarlo, tan solo con mirarlo, sabía que no todo estaba perdido.
miércoles, 8 de julio de 2015
Trastorno
Era una dicotomía permanente, una guerra sin
tregua, un pasado sin futuro.
Debía frenar el paso desenfrenado por el cual me estaba conduciendo.
¿Cómo era de esperarse que todo aquello fuera capaz de abundar en sólo una persona?
Toda aquella vorágine, esa incesante persecución de ideas y ese dialecto tan amplio que emanabas porque sí.
Me apresuré demasiado al pensar que podrías quererme del mismo modo en que lo hacía yo.
Prácticamente me obligué a crear una imagen utópica de ti en mi cabeza, pero ¿De qué sirvió, si al fin y al cabo, no resultabas real?
Quizá nunca debí idealizarte, así tal vez la decepción no hubiese sido tan brusca.
Y ahora te limitas a vagar en mis recuerdos, a hacerte notar de vez en cuando en mis ideas y a presenciar mi insomnio con una dócil sonrisa en la cara.
Debía frenar el paso desenfrenado por el cual me estaba conduciendo.
¿Cómo era de esperarse que todo aquello fuera capaz de abundar en sólo una persona?
Toda aquella vorágine, esa incesante persecución de ideas y ese dialecto tan amplio que emanabas porque sí.
Me apresuré demasiado al pensar que podrías quererme del mismo modo en que lo hacía yo.
Prácticamente me obligué a crear una imagen utópica de ti en mi cabeza, pero ¿De qué sirvió, si al fin y al cabo, no resultabas real?
Quizá nunca debí idealizarte, así tal vez la decepción no hubiese sido tan brusca.
Y ahora te limitas a vagar en mis recuerdos, a hacerte notar de vez en cuando en mis ideas y a presenciar mi insomnio con una dócil sonrisa en la cara.
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