Debió ser esa noche, claramente.
Aquella noche lánguida en la que tus ojos me sonreían con tristeza.
No tuve duda alguna de que estaba fabricado para mí.
Para todas mis rarezas e inseguridades.
Claro, ¿Cómo no pude darme cuenta antes?
Pero era una ilusión.
No podía ser, y obvio que lo sabía.
Era complicado, jodidamente complicado.
Anhelamos lo imposible y alejamos lo sencillo, como buenos humanos.
Sus ojos hablaban por él, y seguramente los míos repetían su acto.
¿Cuándo logras saber con certeza de que quieres a alguien?
¿Por los latidos de tu corazón cada vez más erráticos? ¿O por el sentimiento de
necesidad de una persona?
Era obsesiva, y quizá una total demente.
Pero lo quería, lo quería como una demente suele querer a las personas.
Con pasión, audacia y locura.
Al mirarlo, tan solo con mirarlo, sabía que no todo estaba perdido.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario