Taciturno,
somnoliento.
Era un encuentro casual entre dos personas que no tenían mucho que decir, pero
que sus mentes decían a gritos todo lo que sus bocas callaban.
Ella cerró los ojos, en muestra de sus apáticos sentimientos.
Él la observaba, creyendo que nada y todo había cambiado, y que esto no era más
sino un espejismo vivo de una realidad contigua a otro sueño de aquellas noches
solitarias experimentadas en el último tiempo.
Suspiró. Para ser francos, no sabía con exactitud qué estaba haciendo en ese
lugar, junto a la respiración de la chica que más había querido en esta vida y
junto a un millar de recuerdos que no se iban ni de por casualidad.
Volvió a abrir los ojos y lo observó, callada, sin expresión alguna.
Su garganta se volvió en un nudo incomprensible que le dificultaba hablar.
- Ya no eres la chica de quien me enamoré.- atinó a decirle.
Vio en ella una mirada de comprensión, mezclada con un sentimiento ambiguo.
- Tú nunca fuiste el chico del cual creía estar enamorada.
Y aquello fue lo último. Se levantó, se largó y lo dejó, ahí sentado, con
muchas preguntas sueltas y un corazón que se rompía cada vez con más
intensidad. No había otra oportunidad, nunca la habría.
domingo, 29 de noviembre de 2015
sábado, 7 de noviembre de 2015
Día nublado
Era un día nublado, de esos nublados que sé que te encantan.
Retomé aquel camino que solíamos transitar con inocencia y elegancia, y pensé
en todo aquello que prometimos y jamás llevamos a cabo. Recordé con cautela
esas manos frías que solían envolverme con tanto calor y ternura. Y cómo
olvidar esas risas, esas risas que compartíamos sin compromiso alguno, ese aire
de serenidad y calma. Muy en el fondo sabía, que no era más que un recuerdo
vago, de algo que jamás debió haber existido, de algo fugaz e incierto. La
realidad te somete, te obliga a abrir los ojos, te hace darte cuenta que la
felicidad es momentánea, y de un momento a otro… se puede esfumar.
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