Su mano.
Sí, su mano.
Amaba tomar su mano en esos fríos días de invierno.
Siempre creí que entrelazar nuestros dedos era el acto más puro de amor.
Quizá porque me trasmitía su calidez, su afecto, e incluso su estado anímico.
Pero a medida que pasaba el tiempo, su mano estaba cada vez más frívola
Casi a la fuerza, casi por obligación
Y entonces, caí en la cuenta de que él no me quería
que todo fue una mentira disfrazada de un cuento de hadas
Y que yo no era Cenicienta, y él no era mi príncipe azul
y que al fin y al cabo
él no me quería.
No me quería.
Sí, su mano.
Amaba tomar su mano en esos fríos días de invierno.
Siempre creí que entrelazar nuestros dedos era el acto más puro de amor.
Quizá porque me trasmitía su calidez, su afecto, e incluso su estado anímico.
Pero a medida que pasaba el tiempo, su mano estaba cada vez más frívola
Casi a la fuerza, casi por obligación
Y entonces, caí en la cuenta de que él no me quería
que todo fue una mentira disfrazada de un cuento de hadas
Y que yo no era Cenicienta, y él no era mi príncipe azul
y que al fin y al cabo
él no me quería.
No me quería.

